El amor es un alma en dos cuerpos al igual que una verdadera amistad, o eso se suele decir a veces; y es que no dan pasos en falso al afirmar tal cosa ya que, no literalmente dicho, es cierto.
Cuando el Sol comienza a alzarse en el horizonte nos invade la pereza de creer que eso sea posible. Aunque no muchas veces sea nuestro mayor deseo, comienza un nuevo día lleno de deseos y terminaciones que jamás se nos hubiera pasado por la mente.
Cuando el Sol se alza, es cuando comenzamos a brillar con nuestra propia luz por mucho que nadie crea en ella y que a veces tú misma no te la creas ni confíes en ella. Y es que cuando el Sol se alza todo nos parece fácil y sencillo creemos en la sensación de que todo estuviera escrito en tinta rosa.
Te asomas a contemplar el día y vez sobre el paisaje que tienes en frente lo maravillosa que puede llegar a ser la vida en tan solo un segundo.
Los rayos del Sol hacen que ya no haya miedo, que todo sea seguro y tranquilo.
Serenidad.
Cuando el Sol se alza te sientes libre y te sientes capaz de saltar cualquier atadura que te atrape en el ayer, en la noche, en la oscuridad.
Ya has pasado la tempestad, ahora la calma, te quedan cicatrices pero ya no te importan; no te importa lo es, ni lo que fue, tan solo te limitas a contemplar y
decir:
"sigo aquí, sigo viva, sin saber ni cómo ni por qué, pero soy yo de nuevo."
Al alzarse el Sol, comienzas tú, sin ninguna preocupación.
Al alzarse el Sol, amigo, al alzarse el Sol,
volvemos a ser lo que éramos,
lo que somos,
lo que queremos ser.
No dejes que nada interrumpa alzar tu Sol,